Suele pasar así. Es una secuencia de acontecimientos.
Tras un periodo de tempestad vivida, llega la calma.
Y con la calma llega la paz interior.
Y de repente, aunque no quieras, cuando menos te lo esperas,
aparece una música en tu interior, una sensación que es nueva,
algo que no se repite cada vez que piendo esas en esa persona
que acaba de llegar a tu vida sin darte cuenta.
Quizás son sus ojos los que te llaman la atención,
su mirada, sus labios o su forma de hablar y de hacer de todo un chiste.
Quizá es solo su presencia, su energía que llena el espacio cuando está,
o su conversación y su vitalidad.
Puede ser tan solo que te mira de una forma especial,
o que se poner nervioso cuando te ve y cuando le miras fijamente.
Puede ser todo esto y nada a la vez,
puede ser incluso inexplicable...
Pero, de repente pasa.
Y cuando pasa, algo dentro nos cambia.
Ya no recuerdas al pasado con dolor,
ya solo piensas en el futuro.
Pensamientos que a veces dan miedo, sí, por
exponer tu corazón, por pensar que una desilusión no la aguantarás,
por equivocarte e ilusionarse con algo y en un tiempo estar solo,
pero no igual que antes,
sino, echando en falta a una persona.
A una persona única.
Pero no suele haber marcha atrás.
Esa música que suena dentro es tan bonita, ese hormigueo que se siente
en la boca del estómago es tan adictivo, que suele imponerse
a todos los miedos que se tienen.
Y tras esa batalla ganada empieza a surgir la ilusión, el
imaginarse con el los planes de futuro imposibles y los más tontos,
pero con una premisa esencial:
Con él.
Y no puedes evitar ser quien eres, y decides ser lo que siempre
has sido, un valiente.
Por arriesgar, por querer sentir, por querer amar y ser amado,
por ilusionarse..
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