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jueves, 4 de agosto de 2016

No te engañes. La vida no se mide en horas, minutos y segundos.



La vida se mide en sonrisas.
En las que te sacan tras un piropo.
En las que siguen a una mirada cómplice.
En las que se convierten en carcajadas tras un chiste.
En las de los éxitos.
En las que surgen al recordar lo que hiciste el día anterior.
En las de los momentos con los tuyos.
En las que asoman a tu cara cuando es domingo y te das cuenta de que
puedes posponer la alarme y en las de las cosquillas que esas manos que tanto 
quieres te hacen.

La vida se mide en abrazos.
Los que recibes, pero también en los que das.
Los que te sacan a flote un mal día.
Los de después de un buen polvo.
Los de los reencuentros y los de las alegrías compartidas 
con esa persona tan especial.

La vida se mide en besos.
En los robados, los castos, los apasionados y los paternales.
En los primeros besos tan cargados de ilusión.
Pero también en los últimos, cargados de silencios y momentos para el olvido.

La vida se mide en todos aquellos momentos en los que tienes la oportunidad 
de disfrutar al máximo al lado de quien realmente te importa

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